sábado, 23 de septiembre de 2017

El dolor de abandonar un sueño...



Hace más de cuatro años que decidí dar un paso más hacia la complacencia de Allah, comenzando a usar el niqab.
Rápidamente se convirtió en parte de mí, y quizá no lo comprendáis, puede que desde fuera se vea como un simple trozo de tela, pero juro por Allah que es mucho más. Era un sueño que Allah me facilitó e hizo realidad. Mi entorno rápidamente lo asimiló y hasta los más pequeños de la familia, se acostumbraron a él.
También me ha tocado soportar miradas incómodas, ofensas, comentarios bordes y hasta insultos; pero siempre intenté mantener la compostura y no perder la paciencia, pues ante todo sabía que lo que llevaba encima era una prenda demasiado honorable como para mancharla con un vulgar carácter.
Lamentablemente, todo comenzó a torcerse en los últimos meses.
Los musulmanes alrededor del mundo estamos viviendo uno de nuestros peores momentos, nos señalan y culpan de crímenes que nada tienen que ver con nosotros y de los que nuestra bella religión es totalmente inocente.

La tensión se ha hecho notar en las calles.
El miedo y el odio eran palpables. Y en el fondo, lo comprendo.
Entiendo que a una persona se le pasen mil cosas por la cabeza al tener que montarse en un ascensor con una persona a la que no se le ve el rostro.
Quien me conoce, solo me veía a mí, a Randa, la de siempre pero con un niqab.
Pero ante quienes no me conocen de nada, era una amenaza, era intranquilidad, era inseguridad...
Por estas razones y algunas más, es que finalmente me he visto en la obligación de tener que dejar de usarlo.
Me ha costado muchas lágrimas y noches de insomnio tomar esta decisión, y sé que las lágrimas me acompañarán durante un tiempo.
Duele tener que abandonar un sueño, duele mucho.
Dejo parte de mí, guardada en un cajón.
Me ha visto sonreír en los momentos más felices y bellos de mi vida, al igual que ha secado mis lágrimas en los momentos más difíciles.
Y pensaréis que estoy loca por hablar así de un trozo de tela. Pero hablo así porque para mí tenía vida, tenía alma, como cualquier acto de adoración.
Después de mi primera salida hoy (primer viernes del 1439) sin niqab, al regresar a casa, lo encontré sobre la cama, y sentí que el corazón se me hacía pedazos, Alhamdulillah por todo.
Sé que cada vez que me cruce por la calle a una mujer con niqab, mi corazón latirá de forma diferente. Y no por miedo como le ocurre a mucha gente, sino porque sentiré como se apodera de mi alma una mezcla de nostalgia y tristeza...
Esa es la razón por la que he decidido escribir estas líneas.
Quiero ahorrarme explicaciones innecesarias sobre una decisión personal. Quiero ahorrarme dolor. Quiero ahorrarme lágrimas inesperadas cuando me quede sin voz para explicar cómo me siento.
Un abrazo y todo mi apoyo a todas y cada una de las mujeres alrededor del mundo que diariamente se tienen que armar de paciencia para salir a la calle usando hiyab/niqab cubriendo sus cuerpos con el único propósito de complacer exclusivamente a Aquél que lo creó.
Alhamdulillah 'ala kulli hal.

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